La caida de Lucifer
PRELUDIO A LA GUERRA
En este artículo no quiero presentar a Lucifer como la encarnación del mal, equiparable al bien que Dios representa, puesto que si tomamos como premisa errónea que el bien y el mal están al mismo nivel no lograremos salirnos de las crisis de fe, de consciencia, de creencia y de lógica. No podemos considerar el hecho de “La Caída” como un despiste de Dios, como una mala jugada o como el triunfo de otro dios llamado Lucifer.
Antes de su rebelión, Lucifer era un ángel honrado y excelso, cuyo honor seguía al del amado Hijo de Dios. Su semblante, así como el de los demás ángeles, era apacible y denotaba felicidad. Su frente alta y espaciosa indicaba su poderosa inteligencia. Sin embargo, Cristo, el Hijo de Dios, tenía la preeminencia sobre todas las huestes angélicas. Era uno con el Padre antes que los ángeles fueran creados. Lucifer tuvo envidia de él y gradualmente asumió la autoridad que le correspondía sólo a Cristo.
Dios convocó a las huestes celestiales para conferir honra especial a su Hijo en presencia de todos los ángeles. Este estaba sentado en el trono con el Padre, con la multitud celestial de santos ángeles reunida a su alrededor. Entonces el Padre hizo saber que había ordenado que Cristo, su Hijo, fuera igual a él. La palabra del Hijo debería obedecerse como la del Padre. Este había sido investido de la autoridad de comandar las huestes angélicas.
Lucifer estaba envidioso y tenía celos de Jesucristo. No obstante, cuando todos los ángeles se inclinaron ante él para reconocer su supremacía, se inclinó con ellos, pero su corazón estaba lleno de envidia y odio. Cristo formaba parte del consejo especial de Dios para considerar sus planes, mientras Lucifer los desconocía. No comprendía, ni se le permitía conocer los propósitos de Dios. En cambio Cristo era reconocido como Soberano del Cielo, con poder y autoridad iguales a los de Dios. Lucifer creyó que él era favorito en el cielo entre los ángeles. Había sido sumamente exaltado, pero eso no despertó en él ni gratitud ni alabanzas a su Creador. Aspiraba llegar a la altura de Dios mismo. Se glorificaba en su propia exaltación. Sabía que los ángeles lo honraban. Tenía una misión especial que cumplir. Había estado cerca del gran Creador y los persistentes rayos de la gloriosa luz que rodeaban al Dios eterno habían resplandecido especialmente sobre él. Pensó en cómo los ángeles habían obedecido sus órdenes con placentera celeridad. ¿No eran sus vestiduras brillantes y hermosas? ¿Por qué había que honrar a Cristo más que a él?
Salió de la presencia del Padre descontento y lleno de envidia contra Jesucristo. Congregó a las huestes angélicas, disimulando sus verdaderos propósitos, y les presentó su tema, que era él mismo. Como quien ha sido agraviado, se refirió a la preferencia que Dios había manifestado hacia Jesús postergándolo a él. Les dijo que de allí en adelante toda la dulce libertad de que habían disfrutado los ángeles llegaría a su fin. ¿Acaso no se les había puesto un gobernador, a quien de allí en adelante debían tributar honor servil? Les declaró que él los había congregado para asegurarles que no soportaría más esa invasión de sus derechos y los de ellos: que nunca más se inclinaría ante Cristo; que tomaría para sí la honra que debiera habérsele conferido, y sería el caudillo de todos los que estuvieran dispuestos a seguirlo y a obedecer su voz.
Hubo discusión entre los ángeles. Lucifer y sus seguidores luchaban para reformar el gobierno de Dios. Estaban descontentos y se sentían infelices porque no podían indagar en su inescrutable sabiduría ni averiguar sus propósitos al exaltar a su Hijo y dotarlo de poder y mando ilimitados. Se rebelaron contra la autoridad del Hijo.
Los ángeles leales trataron de reconciliar con la voluntad de su Creador a ese poderoso ángel rebelde. Justificaron el acto de Dios al honrar a Cristo, y con poderosos argumentos trataron de convencer a Lucifer de que no tenía entonces menos honra que la que había tenido antes que el Padre proclamara el honor que había conferido a su Hijo. Argumentaron que el hecho de que Cristo recibiera honores especiales de parte del Padre en presencia de los ángeles no disminuía la honra que Lucifer había recibido hasta entonces. Ansiosamente intentaron convencerlo de que renunciara a su propósito malvado para someterse a su Creador, pues todo había sido hasta entonces paz y armonía, y ¿qué era lo que podía incitar esa voz rebelde y disidente?
Lucifer no quiso escucharlos. Se apartó entonces de los ángeles leales acusándolos de servilismo. Estos se asombraron al ver que Lucifer tenía éxito en sus esfuerzos por incitar a la rebelión. Les prometió un nuevo gobierno, mejor que el que tenían entonces, en el que todo sería libertad. Muchísimos expresaron su propósito de aceptarlo como su dirigente y comandante en jefe. Cuando vio que sus propuestas tenían éxito, se vanaglorió de que podría llegar a tener a todos los ángeles de su lado, que sería igual a Dios mismo, y su voz llena de autoridad sería escuchada al dar órdenes a toda la hueste celestial. Los ángeles leales le advirtieron nuevamente y le aseguraron cuáles serían las consecuencias si persistía, pues el que había creado a los ángeles tenía poder para despojarlos de toda autoridad y, de una manera señalada, castigar su audacia y su terrible rebelión. «¡Pensar que un ángel se opuso a la ley de Dios que es tan sagrada como él mismo!» Exhortaron a los rebeldes a que cerraran sus oídos a los razonamientos engañosos de Lucifer, y le aconsejaron a él y a cuantos habían caído bajo su influencia que volvieran a Dios y confesaran el error de haber permitido siquiera el pensamiento de objetar su autoridad.
Muchos de los simpatizantes de Lucifer se mostraron dispuestos a escuchar el consejo de los ángeles leales y arrepentirse de su descontento para recobrar la confianza del Padre y su amado Hijo. El poderoso rebelde declaró entonces que conocía la ley de Dios, y que si se sometía a la obediencia servil se lo despojaría de su honra y nunca más se le confiaría su excelsa misión. Les dijo que tanto él como ellos habían ido demasiado lejos como para volver atrás, y que estaba dispuesto a afrontar las consecuencias, pues jamás se postraría para adorar servilmente al Hijo de Dios; que el Señor no los perdonaría, y que tenían que reafirmar su libertad y conquistar por la fuerza el puesto y la autoridad que no se les había concedido voluntariamente.
Los ángeles leales se apresuraron a llegar hasta el Hijo de Dios y le comunicaron lo que ocurría entre los ángeles. Encontraron al Padre en consulta con su Hijo para determinar los medios por los cuales, por el bien de los ángeles leales, pondrían fin para siempre a la autoridad que había asumido Satanás. Dios podría haber expulsado inmediatamente del cielo a Lucifer, pero ese no era su propósito. Daría a los rebeldes una justa oportunidad para que midieran su fuerza con su propio Hijo y sus ángeles leales. En esa batalla cada ángel elegiría su propio bando y lo pondría de manifiesto ante todos. No hubiera sido conveniente permitir que permaneciera en el cielo ninguno de los que se habían unido con Satanás en su rebelión. Si Dios hubiera ejercido su poder para castigar a este jefe rebelde, los ángeles subversivos no se habrían puesto en evidencia, por eso Dios siguió otro camino, pues quería manifestar definidamente a toda la hueste celestial su justicia y su juicio.
LA GUERRA EN EL CIELO
Rebelarse contra el gobierno de Dios era un crimen enorme. Todo el cielo parecía estar en conmoción. Los ángeles se ordenaron en compañías; cada división tenía un ángel comandante al frente. Satanás estaba combatiendo contra la ley de Dios por su ambición de exaltarse a sí mismo y no someterse a la autoridad del Hijo de Dios, el gran comandante celestial.
ALTERNATIVA
Sabido es que la historia la escriben los vencedores y que los vencidos y vencidas son extirpados de la misma. De esta forma, los libros de historia abundan en matanzas y crímenes recogidas como gestas y proezas por los escribas del pesebre y el poder. Así ha sido en el pasado y en esas seguimos.
Leí en su día una versión de la revuelta de Lucifer diferente a la que nos enseñaron, otra versión antidespótica mantenida por alguna de las sectas satánicas. Según ésta, la rebelión encabezada por Lucifer fue una lucha contra el poder absoluto y tiránico de Dios. Su objetivo no fue arrebatarle el trono celestial, sino que todos (Dios, arcángeles, ángeles…) fueran iguales y el poder fuera compartido. Pero la batalla fue perdida por los alzados y Dios reinó a partir de entonces de forma aún más déspota y sanguinaria, tal como se desprende de las lecturas bíblicas relativas al diluvio, Sodoma y Gomorra, las plagas de Egipto,..
Con la figura de Eva ocurre lo mismo. Según el relato bíblico, ésta desobedeció el mandato de Dios y comió del árbol del bien y del mal. Luego, tras disfrutar del sabor de la manzana y ver que estaba buena y agudizaba el ingenio, dio de comer a Adán a fin de compartir su descubrimiento. Eva quería también, en forma similar a Lucifer, democratizar el conocimiento y ser dueña de su propia moral, pero Dios no podía consentir que su todopoderosidad fuera compartida por nadie. Por eso la expulsó del Paraíso.
Lucifer y Eva son en la historia oficial católica la representación del Mal y el Pecado. Sus delitos, alzarse en armas contra el poder y desobedecer las normas injustas, fueron sancionados con penas eternas: vivir en los infiernos y parir los hijos con dolor. Al aviso sigue vigente aún hoy en día: quien aspire a democratizar el poder y el saber será expulsado del paraíso institucional y condenado a penas eternas.
Fuentes utilizadas:
https://blogs.universal.org/bispomacedo/es/2018/07/14/la-caida-de-lucifer/
https://es.wikipedia.org/wiki/Lucifer
https://www.elblogalternativo.com/2010/12/20/el-mito-de-la-caida-de-lucifer/
https://www.elblogalternativo.com/2010/12/20/el-mito-de-la-caida-de-lucifer/